A veces, las excelencias culinarias son los platos más sencillos, es el caso de un buen “pa amb tomàquet”. Tal vez sea por ello que viene de lejos y desde siempre ha triunfado en la mesa.
Es deliciosa una rebanada de buen pan tostado al fuego de la chimenea, con solo una pizca de sal, un buen aceite y punto de ajo. Y compañía alrededor del fuego encendido y el olor a humo. Quien tiene este recuerdo de la infancia, tiene un tesoro.
Y en el fresco de un atardecer de verano? Bien diferente, delante del mar, en una “sardinada”, en grupo, y en un plis plas puesto en la mesa; mientras charlamos, preparamos, cada uno a su gusto. El pan fresco y tierno, qué rico! Y el tostado, que delicioso! Alguien cuida de la brasa y el olor acompaña y hace más buena la cena y la velada. Y lo mismo en el frio de montaña con una buena butifarra.
Va bien para los pequeñitos y para los mayores de la casa, tiernecito con una tortilla a la francesa, tempranito y a dormir, todo en orden y dulce calma.
Como apetece por la mañana de un sábado o de un domingo, más tranquilos, en pareja o en solitario, o en familia, va bien siempre, con un poquito de queso, tierno o seco, cabra, oveja o vaca, qué más da, son todos buenos!
Cómo de bueno lo encuentro cuando me espero en el restaurante y para entretener la espera tengo una coca salada calentita y bien crujiente y un corte de langoniza.
Va bien cuando llego a casa y no tengo nada! No tengo nada !? Mentira, un fuet de Can Colom y algo más que de allí me traje y hago un plato para dos, cinco, siete o los que hoy seamos. Porque de entre todos los “pa amb tomàquets”, que son muchos, me quedo con el de langoniza o fuet, o lomo, o blanca o negra, o pilota… veis? Ya no sé cuál escoger de todos los que tengo en la tabla! Y mientras disfruto, con excusas me entretengo: que si termino este pan, que si me acabo la copa, que si me tomo otro corte de este embutido tan rico…